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"Era la hora del combate.
Por un lado: rayos y truenos, el poder, los cielos, los dioses..., todo.
Por el otro: ese pobre diablo, herido, asustado, moralmente hundido, abandonado.
El combate era contemplado por una masa silenciosa, miedosa, agazapada en la sombra.
Los contrincantes ya estaban en el cuadrilátero. Los cielos, sonrientes en su poder, a un lado, y en el otro: aquel hombre débil que no sabía qué hacer en un juego de luchas prácticamente imposible.
Baladronadas lanzaban los dioses en forma de súbitos rayos que hacían crujir el escenario del encuentro.
Hubo silencio después, una calma casi glacial, y todos observaron, todos querían observar el quebramiento de huesos, la destrucción de ese ser abandonado, de ese débil de solemnidad.
Hubo un rugido y un primer golpe que cruzó con fuerza el aire y que el hombre simple recibió directamente en el alma, y hubo otro golpe a los pocos segundos que le dio en el corazón..., y el último iba a ser el golpe de gracia, sí, cuando, afortunadamente, de súbito, el hombre simple DESPERTÓ.
Su gran arma, su única arma en realidad, su gran poder, era saber que, en el fondo, todo eso era una ilusión, toda esa lucha, todo ese conflicto..., y, en las ilusiones, ya se sabe, no hay poderes que puedan vencer ante una conciencia sana, ante una conciencia despierta."
(Braddha Bala)
(Fuente imagen: blogs.revistafanityfair.es)