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La meditación tiene una antigüedad de miles de años. Ya en sellos de cerámica hallados en las antiquísimas civilizaciones del Indo se puede ver a yoguis en posición de meditación. La meditación es una vía directa hacia la realidad más profunda del ser humano y un medio idóneo para aprender a separarse del flujo mental o suspenderlo. Aunque nunca se podrán medir los estados mentales y espirituales que la persona experimenta y que favorecen su evolución consciente, sí se han hecho en estas tres últimas décadas innumerables estudios e investigaciones para verificar el alcance de la meditación a nivel cerebral y en general somático. Los informes científicos al respecto resultan ya apabullantes y no dejan de acumularse. No es de extrañar que cada día sea mayor el interés por la práctica de la meditación. Como he comentado en algunos de mis libros, el mejor consejo que me dieron en la India fue: "Medita". Es el que yo trato de trasmitir a los demás y de hecho vengo dando clases de meditación a lo largo de cuarenta y cuatro años. Mi buen amigo el sadhu Baba Sivananda de Benarés me decía, mirándome con intensidad desde sus hermosos ojos ambarinos: "Ramiro, no dejes de meditar. Es el camino hacia el Ser". La meditación, además, cuando uno comienza a familiarizarse con ella, reporta no solo sosiego y claridad, sino mucha energía y renueva la mente y tonifica el ánimo. Un alumno que llegó al centro con depresión, después de meses confesó: "Me ha cambiado por completo el ánimo. La meditación entona". Es un manantial de vitalidad, porque la mente se pacifica durante unos minutos y deja de lado sus afanes, temores, apegos y aborrecimientos. La meditación es una necesidad específica y drena el inconsciente, reorganizando así la vida psíquica de la persona. Nos enseña también a discernir entre lo esencial y lo trivial y a evitarnos disgustos y preocupaciones irrelevantes. Por eso, es también una práctica para la salud mental y en tiempos difíciles se convierte en un apoyo, un refugio y una inspiración. A continuación incluyo unos informes científicos que resultan sugerentes y que me ha hecho llegar mi alumno Martín Calleja.
La energía emitida por las personas que han alcanzado un nivel avanzado en la práctica de la meditación se ha demostrado por varios estudios que supera los niveles humanos normales por cientos o miles de veces.
Ondas Gamma fuera de toda lógica
El neurocientífico Richard Davidson efectuó un estudio en 2004 sobre la energía emitida por monjes tibetanos los sorprendentes datos fueron recogidos por la Universidad de Stanford.
Davidson seleccionó a una serie de Monjes Tibetanos con una veteranía en la meditación de entre 15 y 40 años, cuando midió las ondas Gamma emitidas por su cerebro descubrió sorprendentemente que su emisión era “imposible” pero real, la emisión de Ondas Gamma requeriría un trabajo de miles de células nerviosas trabajando frenéticamente y al unísono.
La producción de Ondas Gamma en alguno de los monjes fueron las más altas y de más amplitud registradas en la historia.
Davidson reclutó a 10 estudiantes sin experiencia en la meditación y al ponerlos a prueba en estado meditativo, descubrió que también emitían ondas Gamma pero en una menor frecuencia y organización que en los Monjes.
También pudo comprobar que la meditación, mejoraba notablemente la redistribución de la materia gris cerebral, mejorando el control de ciertas funciones cerebrales como las emociones, los impulsos, pensamientos y movimientos.
Fuente de la noticia Universidad de Stanford.
Monjes tibetanos emiten calor donde otros podrían morir de frío
Un experimento efectuado en 2002 llevado a cabo en los monjes tibetanos al norte de la India descubrió que monjes escasamente vestidos, fueron colocados en una habitación donde la temperatura era de 40 grados Fahrenheit (4 grados centígrados).
Los Monjes entraron en un estado de meditación profunda. Sábanas mojadas en agua fría fueron colocadas por encima de sus hombros. En estas condiciones, una persona común podría tiritar incontrolablemente y la bajada de la temperatura corporal incluso podría ocasionar la muerte, explica el artículo.
Los monjes, sin embargo, se mantuvieron cálidos y secaron las sábanas con sus cuerpos. Una vez que se secaron las sábanas que cubrían sus cuerpos, más sábanas mojadas y frías volvieron a ponerles. Cada monje secó tres sábanas en el transcurso de varias horas.
Herbert Benson, que había estudiado la técnica de meditación desde hace 20 años, dijo al Gazette: “Los budistas sienten que la realidad en la que vivimos no es el final. Hay otra realidad que podemos aprovechar, y esa es afectada por nuestras emociones, por nuestro mundo cotidiano. Los budistas creen que este estado de ánimo se puede lograr haciendo el bien por los demás y por la meditación”.
Dijo también que el calor emanado de sus cuerpos era más que un subproducto de la meditación.
Fuente: artículo de la Universidad de Harvard.
(Fuente: Ramiro A. Calle FB)