La gran pregunta, ¿quién soy, quién narices soy?...
Para que no te hagas esta pregunta dispones de todo un universo o arsenal alrededor para distraerte, para que mires a otro lado, para que ni se te ocurra ojear en tu propio espejo y plantearte ni un atisbo de pregunta en ese sentido.
That's life!
¡Eso es la vida, sin embargo!, el juego de la vida, un juego en el que superando las distracciones, los faroles, los engañabobos, uno se planta un día en frente del espejo de sí mismo y se queda ahí, sosteniendo la mirada a su imagen, casi sin pestañear.
"¿Quién narices soy? ¿Quién .oño soy?" Aquí es donde comienza la verdadera vida del ser humano, cuando se eleva por encima de autoengaños y zarandajas y se planta como un pistolero del antiguo Far West ante otro pistolero con mala saña que se interpone entre él y la imagen reflejada en el espejo.
"¿Quién narices soy?" y el ceñudo pistolero que se ha parado enfrente como diciéndote "¡Ahora te vas a enterar... por el atrevimiento!" "¡Esto es lo que le espera a todo aquel que se detiene ante el espejo y se hace tal pregunta!" "¡Ahora vas a ver como me las gasto!... ¡Ya me he cargado a cincuenta mil como tú!... ¡¡Ja!!"
Y tú que no sabes cómo reaccionar, que te sientes con las manos temblorosas ante la catadura cruel que tienes ante ti, a solo unos metros, interpuesta entre tú y tu imagen reflejada.
Muchos, muchos, terminan por romper el espejo en el que osaban mirarse por primera vez y aparcan tal simple pregunta para sus restos "¿Quién .oño soy?", regresando no más al común redil para perderse en la extendida grisitud.
(Braddha Bala)
(Fuente imagen: Noelle Maline. See.Me)