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Hay muchas búsquedas, pero una sola Búsqueda. Se entiende por Búsqueda ese intento continuado por autodesarrollarse, darle un propósito de autoperfeccionamiento a la vida, querer ascender a niveles de consciencia que ofrezcan respuestas a los grandes interrogantes existenciales, idoneizar la relación con uno mismo y con los demás, ampliar la comprensión y actualizar potenciales internos para vivir con más plenitud, entendimiento correcto, lucidez y compasión.
Desde épocas muy remotas ha habido personas que han aspirado a otro tipo más elevado y revelador de percepción, a otra manera de ver y sentir, a un modo eficiente de liberar la mente de las cadenas de la ofuscación, la avaricia, el odio y el miedo; personas que no se han resignado a las ordinarias pautas sociales ni viejos patrones, que se han rebelado contra los límites de su fosilizada psicología y tendencias mentales insanas, que han buscado la manera de desempañar la consciencia y que ésta pueda convertirse en un faro en la larga marcha de la autorrealización; personas que tratan de captar lo que se encuentra detrás de las apariencias y que convierten su vida en una búsqueda en pos de "aquello" que puede proporcionar un sentido a lo que no parece otra cosa que un desatino o un absurdo despropósito. Desde la insatisfacción profunda, uno se pone en marcha incluso sin saber a dónde llegará o de qué fuerzas dispondrá para lograr su objetivo. Como declaraba Jung, es un camino que espanta. Pero uno no elige abocarse a esa Búsqueda, sino que ella le toma a uno. Es un llamado interior al que difícilmente uno puede resistirse. No es un acto de reflexión o voluntad, sino que surge una especie de impulso que te coloca en la senda de la Búsqueda como el sabueso rastrea su presa sin descanso. Por razones muy misteriosas, en unas personas se activa el mecanismo de la Búsqueda y en otras jamás lo hace. Cuándo se puede desencadenar no es posible precisarlo. Personas hay que desde niñas sienten esa poderosa e incontrolable necesidad y no se contentan con lo aparente; otras tienen que esperar muchos años o solo una circunstancia muy grave (un accidente, la muerte de un ser muy querido) dispara ese enigmático mecanismo. Pero el que es tomado por el anhelo de buscar, difícilmente puede ignorarlo; solo queda seguir buscando, aprendiendo, estando en el intento por encontrar respuestas que no derivan de creencias o conceptos, sino de experiencias internas y una manera especial de ver tras una honda y laboriosa transformación. No se trata de sentirse un poco mejor o superar la ansiedad o determinadas carencias psíquicas o emocionales; se trata de querer ver lo que se oculta tras el muro espeso de lo aparente, de penetrar en otra realidad que se oculta como la perla en la ostra, como la nata en la leche. Una insatisfacción muy profunda e imprecisa subyace en aquél que se decide a buscar. Uno trabaja denodadamente por discernir entre lo que uno es o cree ser, entre la autoimagen y la esencia o yo más profundo. Esta es una Búsqueda larga y sin atajos. Mentores o conferenciantes hay que se presentan como iluminados y que de repente y fácilmente se autorrealizaron. Mienten o alucinan. Si mienten es para conseguir afirmar su ego-rascacielos u obtener con poco esfuerzo buenas sumas de dinero; si alucinan es que la mente desde la que tratan de orientar a los demás está enferma. Si uno investiga en lo que ha representado la Búsqueda desde sus primeros tiempos, descubrirá que jamás nadie serio y solvente dijo que fuera fácil; ni los más grandes del espíritu han podido sustraerse al esfuerzo y el sadhana (práctica). Son los neovedánticos y a menudo su jerga edulcorante los que seducen diciendo que ya estás iluminado o que la iluminación está al alcance de la mano. Como muchos aspirantes quieren que se haga el trabajo por ellos o acortar el camino, caen en esos cebos que son anzuelos envenados, y quieren conseguir en unos días, o incluso instantáneamente, lo que un yogui o monje zen demoran treinta años en obtener. Hay, sin duda, maestros-bisuteros y maestros-joyeros.
La Búsqueda no es una elección libre. Ella misma se impone a unas personas y a otras no. Hay personas que enseguida sienten un llamado especial cuando tienen noticias de que hay enseñanzas y métodos para evolucionar, y algo muy poderoso se mueve en ellas,como un impulso sagrado hacia lo Incondicionado. Otras personas son incluso refractarias. El que busca no ceja en su empeño de encontrar instrucciones para poder mutarse psíquicamente y lograr una rendija de luz en la densa niebla de su mente. En su nahelo por despertar su potencial interior o espiritual, como queramos llamarle, dará la bienvenida a todos esos procedimientos que cooperen en su desarrollo interno y le faciliten una mente nueva, libre de heridas, que le ayude a captar lo más esencial y poder sustraerse a la influencia abrumadora de lo accesorio, superficial, engañoso y causa de ofuscación y desequilibrio. Es también una búsqueda para ir más allá del ego y, por tanto, del apego y del odio.
Hoy en día en que el yoga, al haberse puesto de moda, está siendo tan falseado, desdibujado y pervertido por muchos desaprensivos para mercantiliarlo y rentabilizarlo (con lo que comenzaron los mentores hindúes que llevaron el yoga a Estados Unidos), hay que insistir en que este fue el primer método de trabajo interior de la Humanidad y que sus milenarias enseñanzas y métodos fueron adoptados por gran número de disciplinas filosófico-religiosas, desde el budismo theravada al budismo tibetano o el zen, desde el jainismo al gnosticimos o al monacato cristiano ortodoxo, sin olvidar el vedanta o el sufismo.
No es a través de las creencias que pueda eclosionar en la mente la luz de la consciencia ni en el corazón la de la compasión, sino a través del paciente trabajo interior y la experiencia personal, desde la humildad, sin dogmatismos de ningún tipo, confiando en el gran número de técnicas de autodescubrimieto y realización de sí que nos han brindado las mentes más lucidas de la Humanidad.
(Ramiro Calle)
(Fuente: Ramiro A. Calle)