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Maya es el antiguo concepto de los Vedas, en la India, recogido luego posteriormente en el Tantra, en el Yoga, en el Budismo, en el Zen y en la mayoría de las tradiciones espirituales de Oriente, e incluso con otros términos, en el chamanismo occidental o el chamanismo tolteca de los originarios americanos.
El concepto de Maya, conocido por los antiguos videntes de la India, establece que el mundo material que percibimos, que nos parece tan sólido, tan ineludible, y con una existencia real, tan independiente y completamente separada de nosotros, no es sino el reflejo, la proyección cuántica en un universo de energía, de nuestro propio pensamiento, de nuestra percepción.
El concepto de Maya ha sido interpretado, sobre todo en el Budismo, como "Ilusión". Pero no es que el mundo que vemos sea exactamente una ilusión, en términos de irrealidad. El mundo que vemos es completamente real mientras creemos en él, aunque es una fabricación de nuestra propia mente. Aquello en lo que ponemos nuestra creencia, aquello en lo que ponemos nuestra fe, es nuestro mundo, con absoluta realidad para nosotros.
El concepto de Maya es una verdad corroborada completamente por la ciencia moderna, especialmente por la física cuántica. Lo que la física cuántica ha encontrado y asombrosamente demostrado, es que la realidad de la materia es no materia. Que cuando van a buscar la última partícula, la última pieza, el último ladrillo componente de la materia, lo único que encuentran es vacío. Lo único que encuentran es un mar infinito e indefinible de energía, un campo unificado de energía, un campo de infinitas posibilidades, donde todo está interconectado, independientemente de la distancia, donde rigen unas leyes diferentes a las experimentadas en nuestro mundo de la materia, y donde... la energía responde a la mente y a las emociones humanas. De esta forma, la ciencia, corrobora el antiguo concepto de Maya y demuestra el gran poder creativo del pensamiento humano, que no es otro que el Poder del Espíritu, del Universo, de Dios en nosotros.
Este poder podemos utilizarlo desde la creencia de la mente dormida y separada de todo lo que la rodea, desde la identificación con el ego, la entidad inconsciente y automatizada que ha dominado la mente humana durante milenos, o desde la Mente Superior, la conexión con el Ser que realmente somos, el Poder de Dios en nosotros.
Todo el trabajo del Yoga, del Budismo, ha sido siempre trascender esa mente pequeña, el ego, para, principalmente en el Tantra, a través del corazón acceder al poder del Cristos en nosotros (Cristo = El ungido, por el Espíritu).
Cada uno de estos lados da origen a un mundo diferente.
El ego, la mente ordinaria, unida al miedo, a las emociones, a la separatividad, da origen a un mundo de muerte, de enfermedad, de sufrimiento y de guerra. El mundo del tiempo, donde la mente humana ha estado atrapada por milenios. La mente dormida, encerrada en la habitación del sótano de un gran palacio con múltiple moradas, y olvidada de su propia identidad. Es la prisión de la mente, descrita perfectamente en una de las principales canalizaciones de los últimos años en el mundo del cine: MATRIX (1).
El ego es una entidad que se ha ido formando en la mente humana, llegando a tomar autonomía propia y esclavizándola a todo el mundo de creencias que alberga. De esta forma, el ser humano en general, ha estado utilizando todo el poder cuántico del universo, desde esa visión restringida de sí mismo y de lo que le rodea.
Desde el otro lado, la mente que se ha sanado a sí misma, la mente que ha dejado atrás el ego y ha conectado con el Ser Superior, que se ha entregado y rendido al poder del Espíritu, el mundo al que se da origen es un mundo ligado al Verdadero Poder: el poder de Dios en nosotros. Este poder es un poder ligado al amor, a la unión con todo, a la intemporalidad, a la verdadera creación, a la Dicha. Es lo que el Yoga ha denominado siempre como la Realización (hacer realidad) de Dios en nosotros y ha ligado siempre al concepto de "Ananda" (dicha), "Satchidananda" (existencia absoluta, conocimiento absoluto y dicha absoluta).
Ese es el trabajo de la Iluminación o el Despertar, donde la humanidad se encuentra ahora ineludiblemente.
La visión del Tantra, como vía ancestral ligada al yoga, comparte los planteamientos referentes a la irrealidad última del mundo, pero desde su visión no dualista llevada de forma congruente a sus últimas consecuencias, comprende que no es posible establecer diferencias, que Todo es Uno en el Universo. Que sólo existe Dios y nada más que Dios y que lo de arriba es igual a lo de abajo, el Cielo es igual a la Tierra. Desde esta perspectiva, el Tantra no entiende la liberación como un despertar a nuestra verdadera naturaleza (iluminación) para “escaparse” del mundo. Tradicionalmente esa ha sido la visión de la liberación del Yoga y del Budismo. El Tantra entiende que, aunque creación de la mente, la Tierra, el mundo, es también Dios y que nuestra misión aquí no es precisamente escaparnos, sino unir lo de arriba y lo de abajo, la Tierra y el Cielo, llevando la conciencia de Dios a la materia. El mundo material no es sino un experimento de Dios consigo mismo. Dios “baja” a la materia y se olvida de sí mismo y es a través del trabajo de “recordarse”, como se unen los opuestos, se cierra el círculo y la Tierra se une al Cielo. Una visión que por otra parte encaja perfectamente con las palabras de Jesucristo en el Evangelio de los Esenios: “al final del tiempo, la Tierra será como el Cielo”.
(Fuente: Mónica Martínez FB)