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El eco insoportable de tu voz Veo en ciertos usuarios de mi taxi una agónica necesidad de sentirse siempre acompañados, de que siempre exista alguien al otro lado del teléfono, o esperando en su destino, o llenando cada hueco de su agenda para no estar nunca solos y así evitar el silencio. O el vacío. Se empachan de planes y acaban siempre exhaustos, rendidos, y duermen bien por las noches (de puro cansancio o con pastillas, los más graves). Y todas las mañanas siguientes amanecen temprano porque siempre tienen mucho que hacer, una vida social frenética y coordinada al milímetro con su cita en la peluquería, el gimnasio, las clases de inglés o de cocina, la compra, lavar el coche, el zapping, emborracharse, jugar al Call of Duty o sacar al perro; y así día tras día, semana tras semana y un mes tras otro hasta que al fin, aunque sólo sea por pura inercia o por falta de costumbre, consiguen su objetivo: no escucharse, descartar un contacto íntimo o introspectivo con ellos mismos.
Tal vez les aterra el eco insoportable de su voz interior, qué podría decir si la escucharan. Tal vez no quieren sorpresas por miedo al abismo, al fracaso del YO, al indomable potencial que todos llevamos dentro.
Imagina que un buen día te sorprendes pensando que todo es relativo y de súbito comienzas a cuestionarte tus propias rutinas, tus costumbres, por qué haces lo que haces o si realmente encuentras placer en ello. Imagina que ese nuevo relativismo te lleva a mandarlo todo al carajo, traumas incluidos, y empiezas de cero en otra parte, más lejos de todo pero mucho más cerca de ti. Imagina que comienzas a conocerte, a aceptarte y a quererte tal y como eres. Imagina que ya no necesitas proyectarte en el amor de los demás porque ya eres capaz de producirlo por ti mismo. Qué miedo, ¿no?
(Simpulso, Daniel Díaz. http://blogs.20minutos.es/nilibreniocupado/2012/01/18/el-eco-insoportable-de-tu-voz/#comment-99837)