¿De qué sirve saber muchas cosas si no 'sabes quién eres'? Los humanos 'eluden' la búsqueda de 'su' verdadero "Yo", pero ¿qué otra cosa merece tanto la pena intentar?
(Ramana Maharshi)
¡Ver el imperdible y esclarecedor diálogo que sigue!
Imperdible diálogo entre Paul Bourton y Ramana Maharshi:
"―Los yoguis dicen que si alguien desea alcanzar la verdad debe renunciar a este mundo y recluirse en apartadas selvas o en inhóspitas montañas; pero tales cosas son prácticamente imposibles de llevar a cabo en Occidente porque nuestro tipo de vida es completamente distinto, ¿está usted de acuerdo con los yoguis?
El Maharshi se vuelve hacia un discípulo brahmán, de noble apariencia, que me traduce su respuesta:
―No es necesario renunciar a la vida activa. Si meditas a diario durante una o dos horas luego puedes seguir realizando tus actividades. Si practicas la meditación correctamente la corriente de inducción mental continuará su flujo, incluso cuando te halles inmerso en pleno trabajo. Es como si hubiera dos maneras de expresar la misma idea; la misma actitud que adoptas en la meditación se expresará en tus actividades.
―¿Y cuál será el resultado de esa práctica, de esa meditación?
―A medida que avances descubrirás que tu actitud ante la gente, los sucesos y las cosas irá cambiando gradualmente. Tus actos tenderán a seguir a tus meditaciones de un modo espontáneo.
―Entonces, no está de acuerdo con los yoguis ―trato de presionarle.
Pero el Maharshi elude una respuesta directa.
―Un ser humano debería deshacerse del egoísmo personal que le mantiene atado a este mundo. Renunciar al falso "yo" es la auténtica liberación.
―¿Cómo es posible desprenderse del "yo" llevando una vida de actividad mundana?
―No existe ningún conflicto entre el trabajo y la sabiduría.
―¿Quiere decir que uno puede continuar desarrollando todas sus actividades profesionales, por poner un ejemplo, y al mismo tiempo alcanzar la iluminación?
―¿Y por qué no? Pero, en tal caso, uno no pensará que es su antigua personalidad la que está llevando a cabo ese trabajo, porque su consciencia habrá ido evolucionando gradualmente hasta estar centrada en aquello que hay detrás de esa minúscula, antigua, personalidad.
―Cuando una persona trabaja no le queda mucho tiempo para meditar.
El Maharshi no parece en absoluto afectado por el dilema que le planteo.
―Sólo los novicios que se están iniciando espiritualmente necesitan un tiempo específico para meditar ―replica―.
El que está más avanzado comienza a disfrutar la beatitud profunda tanto si está en el trabajo como si no. Aunque sus manos estén en la sociedad, él mantiene su cabeza serena en la soledad.
―¿Entonces, no está usted de acuerdo con el camino del yoga?
―El yogui trata de conducir su mente al objetivo de la misma manera que el vaquero conduce al buey, con un palo, mientras que por este camino el buscador convence al buey con un manojo de hierba.
―¿Y eso cómo se hace?
―Tienes que hacerte a ti mismo la siguiente pregunta: "¿Quién soy yo?". Al final, esta indagación te llevará a descubrir dentro de ti algo que está más allá de la mente. Contesta a esta pregunta primordial y habrás contestado a todas las demás.
Se produce una pausa mientras trato de digerir su respuesta. A través del agujero de la pared, en el que hay un marco cuadrado y enrejado que hace de ventana, como en muchas casas de la India, capto una bonita vista de las laderas más bajas de la montaña sagrada. Su extraño perfil está bañado por la luz de la mañana.
El Maharshi se dirige a mí otra vez.
―A ver si lo puedo explicar más claramente. Todos los seres humanos desean la felicidad completa, sin rastro de dolor. Quieren alcanzar una felicidad que no tenga fin. Es un instinto justificado, pero ¿no te ha sorprendido nunca el hecho de que lo que más aman es su propio yo?
―¿Y bien?
―Ahora relaciona esto con el hecho de que siempre intenten alcanzar esa felicidad a través de uno u otro medio, a través de la bebida o de la religión, y ya tienes la clave sobre la verdadera naturaleza del ser humano.
―No acierto a comprender...
Eleva un poco el tono de su voz y prosigue.
―La verdadera naturaleza humana es la felicidad. La felicidad es innata al verdadero Yo. La búsqueda de la felicidad es la búsqueda inconsciente del verdadero Yo. El verdadero Yo es imperecedero, por tanto, cuando un ser humano lo encuentra, encuentra una felicidad que no tiene fin.
―Pero el mundo es tan infeliz...
―Es cierto, pero eso es porque el mundo desconoce su verdadero Yo. Todos sin excepción lo buscan constantemente, de modo consciente o inconsciente.
―¿Incluso los malvados, los violentos y los criminales?
―Incluso ellos, porque pecan tratando de encontrar la felicidad del Yo en cada pecado que cometen. Esta búsqueda es instintiva en los seres humanos, lo que ocurre es que no saben que en realidad están buscando sus verdaderos Yoes y, por lo tanto, prueban primero esos métodos perversos como caminos hacia la felicidad. Por supuesto que son caminos erróneos, porque los actos de un ser humano revierten en uno mismo.
―¿Entonces, sentiremos una felicidad sin límites cuando conozcamos nuestro verdadero Yo?
Él asiente con la cabeza.
Un oblicuo rayo de sol ilumina la cara del Maharshi a través de la ventana desprovista de cristales. Hay serenidad en esa tersa frente, hay satisfacción alrededor de esa boca firme, hay como un destello de paz en esos ojos brillantes. Su natural compostura no contradice sus reveladoras palabras.
¿Qué es lo que quiere decir el Maharshi con esas frases aparentemente sencillas? El intérprete me ha traducido al inglés su sentido externo, sí, pero hay un sentido más profundo que él no puede transmitir. Sé que debo descubrirlo por mí mismo. El Maharshi no parece hablar como un filósofo ni como un experto que trate de ilustrar su propia doctrina, sino más bien como si lo hiciera desde el fondo de su corazón. ¿Acaso estas palabras son indicaciones de su propia y afortunada experiencia?
―¿Qué es exactamente este Yo del que me habla usted? Si lo que dice es verdad, en el ser humano debe haber dos personalidades.
Sus labios se curvan en una momentánea sonrisa.
―¿Puede un humano tener dos identidades, dos personalidades? Para que un ser humano pueda llegar a entender esta cuestión primero es necesario que se analice a sí mismo porque, como durante mucho tiempo ha mantenido el hábito de pensar como los demás, nunca se ha enfrentado a su verdadero "Yo" de la manera adecuada. No tiene la perspectiva correcta de sí mismo porque se ha identificado durante demasiado tiempo con su cuerpo y su mente. Por eso te digo que te hagas la pregunta: "¿Quién soy yo?".
Hace una pausa para permitir que sus palabras calen en mi mente. Escucho con avidez las siguientes frases.
―Me pides que te describa este Yo verdadero. ¿Qué puedo decirte? Es Aquello de lo que nace el sentido del "yo" personal y en donde ese mismo "yo" tendrá que desaparecer.
―¿Desaparecer? ¿Cómo es posible perder el sentido de la propia personalidad? ―pregunto.
―La idea primera y principal, el pensamiento primordial implantado en la mente de todos y cada uno de los humanos es la idea de "yo". Sólo después de la aparición de este primer pensamiento pueden aparecer los demás. Sólo después de que se haya pronunciado mentalmente el primer pronombre personal "yo", puede hacer su aparición el pronombre "tú". Si pudieras seguir mentalmente la pista del pronombre "yo" para que te llevara hacia atrás, hasta su origen, descubrirías que así como es el primer pensamiento en aparecer, también es el último en desaparecer. Y esto es algo que se puede experimentar.
―¿Quiere decir que es posible realizar una investigación mental sobre uno mismo?
―Por supuesto que es posible ir hacia el interior de uno mismo hasta que, poco a poco, va desapareciendo el último pensamiento "yo".
―¿Y qué queda entonces? ―le pregunto―. Esa persona se volverá una inconsciente o una idiota.
―Más bien lo contrario, porque cuando despierte a su verdadero Yo, que es la auténtica naturaleza humana, alcanzará un tipo de consciencia que es inmortal y se volverá realmente sabia.
―Pero el sentimiento de "yo" debe ser parte de esa naturaleza ―insisto.
―El sentimiento de "yo" pertenece a la persona, al cuerpo y a la mente ―replica tranquilamente el Maharshi―. Cuando una persona conoce por primera vez su verdadero "Yo", algo surge desde lo más profundo de su ser y toma posesión de ella. Ese algo está más allá de la mente y es infinito, divino y eterno. Algunos lo llaman el Reino de los Cielos, otros lo llaman alma, otros Nirvana y nosotros los hindúes lo llamamos Liberación; puedes darle el nombre que quieras. Cuando esto ocurre una persona no se pierde, más bien, se encuentra a sí misma.
Cuando las últimas palabras del Maharshi salen de los labios del intérprete, cruza mi mente el recuerdo de otras palabras memorables pronunciadas por otro Maestro en Galilea, palabras que han desconcertado a muchas buenas personas: "Aquel que trate de salvar su vida, la perderá; y aquel que la pierda, la conservará".
¡Qué extrañamente parecidas son las dos frases! Sin embargo, este Sabio indio ha llegado a esa conclusión por medio de su intelecto no cristiano, a través de una senda psicológica que parece ser extremadamente difícil y bastante desconocida.
El Maharshi vuelve a hablar e interrumpe mis pensamientos:
―Hasta que un ser humano se embarca en la búsqueda del verdadero "Yo", la duda y la incertidumbre siguen sus huellas durante toda su vida. Los reyes y los estadistas tratan de gobernar a los demás, cuando en lo más íntimo de su corazón saben que no pueden ni gobernarse a sí mismos. Sin embargo, el más grande de los poderes está a disposición del humano que ha penetrado en lo más profundo de su ser. Hay seres de intelecto privilegiado que pasan toda su vida recopilando conocimientos sobre muchas cosas. Pregúntale a alguno de ellos si ha resuelto el misterio humano, si se ha conquistado a sí mismo, y negará con la cabeza, avergonzado. ¿De qué sirve saber muchas cosas si no sabes quién eres? Los humanos eluden la búsqueda de su verdadero "Yo", pero ¿qué otra cosa merece tanto la pena intentar?
―Es una tarea increíblemente difícil, un trabajo sobrehumano ―comento.
El Sabio apenas insinúa un leve encogimiento de hombros.
―El tema de que sea posible o no depende de la experiencia de cada uno. La dificultad es mucho menor de lo que te imaginas.
―Para nosotros los occidentales, que somos prácticos y activos, ese tipo de introspecciones... ―comienzo dubitativamente y acabo por dejar la frase flotando en el aire.
El Maharshi se inclina para encender un palillo de incienso que sustituya a otro que ya se está extinguiendo.
―La comprensión de la verdad es igual para los europeos que para los hindúes. Admito que el camino hacia ella puede ser más difícil para aquellos que están inmersos en la vida mundana, pero incluso así se puede y se debe conquistar. A base de práctica es posible mantener el estado de ánimo inducido durante la meditación, así que uno puede llevar a cabo sus actividades y su trabajo sin que se detenga ese estado y, por tanto, no habrá ninguna diferencia entre la meditación y las demás actividades. Si meditas sobre esta pregunta: "¿Quién soy Yo?", si comienzas a percibir que en realidad no eres ni tu cuerpo, ni tu cerebro, ni tus deseos, entonces es posible que la misma actitud inquisitiva extraiga la respuesta desde lo más profundo de tu propio ser; y esa respuesta te llegará espontáneamente en forma de una profunda comprensión.
Una vez más, reflexiono sobre sus palabras.
―Conoce a tu verdadero Yo ―continúa― y la respuesta resplandecerá abriéndose paso hacia el interior de tu corazón como un rayo de sol. Desaparecerán de la mente todas las preocupaciones y la inundará una felicidad verdadera, porque la felicidad y el verdadero Yo son idénticos. Una vez que alcances la consciencia de tu verdadero Yo dejarás de tener dudas.
Gira la cabeza y fija la mirada en la esquina más distante del salón, sé que ha llegado el final de la entrevista. Termina así nuestra última charla y me congratulo por haber podido sacarlo de su concha de silencio antes de mi partida."
(Fuente texto e imagen: Pablo Martín Rizzo FB)