Budismo: Experiencia y sabiduría
21/10/09 | por Centro de Colaboraciones Solidarias|
De acuerdo con el budismo, vivimos dominados por el sufrimiento. Sin encontrar las causas, seremos incapaces de reconocer nuestro derecho a ser felices en armonía con los demás seres.
El budismo enseña que el camino a la Verdad es un viaje hacia el interior de uno mismo; todos poseemos la naturaleza de Buda en lo más profundo, y el sentido de la vida consiste en despertar a la auténtica realidad.
Señala A. Shearer que el género humano es único en cuanto a su capacidad de infelicidad. Es como si nos hubieran herido con una flecha envenenada pero, antes de aceptar ayuda, nos debatimos razonando sobre quién la ha disparado, en qué dirección vino y de qué material está hecha. La actitud budista es arrancarse inmediatamente la flecha.
Buda advertía a sus oyentes de que no aceptasen sus palabras ciegamente sino que las contrastasen con la ineludible experiencia personal. Conocida es su expresión “Venid y vedlo por vosotros mismos”, que los maestros Zen transformarán en “¿Cómo te voy a contar el sabor de una taza de té?”. Se trata de una revolución de la consciencia al trascender el sentido individual del yo. El despertar significa plenitud, felicidad y gozo.
Su mensaje se recoge en el Dhammapada: “Las enseñanzas que conducen a la paz y no a las pasiones, al desapego y no al egoísmo, a la frugalidad y no a la avidez, a la satisfacción y no a la insatisfacción, a la soledad y no a la multitud, a la alegría de hacer el bien y no el mal, son las que nos permiten afirmar con certeza”.
Sidharta Gautama vivió en una época en la que, en el espacio de un siglo, serían contemporáneos (coetáneos) Lao- Tsé y Confucio, en China; Heráclito, Pitágoras y Sócrates, en Grecia; Zoroastro, en Persia; el profeta jaín Mahavira, en India y los grandes profetas de Israel, separados entre sí por millares de kilómetros y surgidos en culturas diferentes.
Su padre rodeó al príncipe de todos los lujos sin permitirle salir del palacio. Pero un día, Sidharta salió y vio pasar a un anciano encorvado, después a un enfermo y, finalmente, vio un cadáver envuelto en un sudario. Regresaba al palacio cuando descubrió a un sadhu (santón errante) con la serena expresión de su rostro y tomó la determinación de abandonar la vida que llevaba y acompañar a los santones en su búsqueda de la Verdad que permanece.
Abandonó el palacio con Channa, un criado, cortó sus cabellos y cambió sus vestidos por los de un mendigo a quien regaló el caballo y, durante siete años, practicó la meditación en la aspereza del ascetismo.
Pero no encontró la felicidad y abandonó a los ascetas después de haber oído a un pescador que recomendaba a su hijo, refiriéndose a las cuerdas del laúd “Ni tan tenso que se rompa ni tan flojo que no suene”.
Se retiró a los jardines de Bodh Gaya y se sentó bajo una higuera a meditar hasta que alcanzase la iluminación. Así permaneció durante cuarenta y nueve días hasta que el 8 de diciembre, cuando Venus brillaba en el firmamento, alcanzó la iluminación, o budheidad, y exclamó “Todos los seres son Budha”. Comprendió que todos están iluminados pero que no son conscientes de ello por vivir atados a los apegos.
Buda enseñaba el camino, dharma, estableciendo comunidades de monjes, shanga, y viviendo la compasión por todos los seres. No escribió nada. Sus enseñanzas se recogieron en los aforismos del Dhammapada. Surgieron varias escuelas: el Theravada, o “Doctrina de los Ancianos” que se extendió a Ceilán, Birmania y Tailandia y el Mahayana o “Gran vehículo” que se extendió por Tíbet, China y Japón.
La enseñanza de Buda fue enunciada en el Parque de los ciervos de Sarnath, cerca de Benarés, en el discurso sobre “Las cuatro nobles verdades”: del sufrimiento, de la causa del sufrimiento, del fin del sufrimiento y de la óctuple senda.
Aunque Buda jamás negó la felicidad que pueden ofrecer el amor, el trabajo, la familia y la amistad, su realismo descubre que toda experiencia es insatisfactoria porque no perdura.
Para Buda la causa de nuestra penuria radica en la ignorancia o percepción equivocada de la realidad y llama a trascender este sentido de existencia aislada y descubrir la libertad y felicidad del nirvana.
En el “Sermón de las flores”, cuando le preguntaron por la naturaleza del nirvana, cogió una flor y permaneció en silencio. Sólo su discípulo Ananda sonrió, y Buda le entregó el manto, el cuenco y el bastón (símbolos del monje mendicante).
Cuando le preguntaron por la causa de la alegría de sus discípulos, respondió: “No se arrepienten de su pasado, ni se obsesionan con el futuro. Viven en el presente y por eso están radiantes de felicidad”.
“Dhammapada” (Sidharta Gautama, Buda)
Está considerado por los especialistas como la cartilla básica del budismo. Consta de 423 versos escritos en lengua pali y clasificados en 26 capítulos. Recogen los dichos extraídos de los discursos de Gautama Buda, que vivió hacia 500 a.C. Es conocido por su simplicidad y su legibilidad.
Utilizamos la versión de Thomas Clearly, uno de los grandes traductores del budismo, del taoísmo y del zen. Sus textos son un referente clásico para las versiones a otras lenguas.
La búsqueda de la paz interior es uno de los empeños más antiguos de la humanidad que ha ocupado a los pensadores más sobresalientes de la historia. Le dijeron un día sus discípulos: “Maestro, lo que explicas no está en escrituras sagradas”. “Pues, ponedlo”, respondió. “Es que no coincide con ellas”. “Pues, cambiadlas”.
Buda no enseñó mediante el dogma y el ritual, no aceptaba la autoridad de la tradición, repudió el sistema ario de castas, abandonó el ceremonial del antiguo sacerdocio y habló a las gentes de toda condición en su propio lenguaje. Al definir nuevamente los conceptos de la ética y de la espiritualidad, Buda dio origen a una enseñanza única, sencilla, liberadora y llena de alegría. No proscribió alimento ni bebida alguna, ni impuso ayunos ni abstinencia. El día que murió, ya mayor, había comido jabalí y bebido cerveza. El foco de sus enseñanzas es el control y la libertad del ser, la fuerza y la sobriedad del carácter y la consecución de la libertad y la independencia personales.
Cuenta Clearly que un antiguo libro chino, el Wen Tzú, describe el origen y el desarrollo de las complejidades psicológicas humanas. En un principio, “la pura simplicidad no se había perdido aún, de tal modo que los seres estaban muy tranquilos”. Cuando la sociedad se apartó de ese estado originario, “apareció el esfuerzo consciente; las personas estaban a punto de abandonar su espíritu inocente para comprender conscientemente el universo”. Más tarde, “todos se pusieron en pie y llevaron racionalmente la carga de mirar y escuchar” hasta que “las personas pasaron a disfrutar y a desear cosas y la inteligencia se vio seducida por elementos externos; la vida esencial perdió su realidad”.
Como el Tao te King, el Baghavad-Gita, el Camino de Chuantzú; los Aforismos del yoga, de Patanjali o los libros de Confucio, el Dhammapada no se debe leer de corrido. Sino como libro de almohada, en pequeñas dosis y sin tratar de memorizar nada, dejándose empapar.
J. C. Gª Fajardo