Páginas
martes, 29 de septiembre de 2009
Lo bueno
Lo bueno
Álvaro Abellán.- Una de las ventajas (o desventajas) de herramientas sociales como Facebook es que nos permiten compartir un estado de ánimo con nuestros conocidos. A veces, no pasa de un mensaje sin respuesta lanzado a un puñado de posibles lectores. Otras supone el comienzo de algo más serio. Tal vez un encuentro real para charlar, una complicidad en la respuesta, una oración por la persona afectada o incluso una reflexión. Así ocurrió cuando una antigua alumna mía lanzó esta pregunta a la red: “¿Por qué nos acostumbramos tan rápido a lo bueno?”. Seguramente no era más que un pensamiento al aire después de una gran experiencia que, según termina, ya echamos de menos. El caso es que ante esa confesión inocente en forma de pregunta se encendieron todos mis instintos de profesor avezado y me salió una respuesta, desde los más hondo del corazón, dirigida expresamente a ella: “Porque estamos hechos para ello”.
lunes, 28 de septiembre de 2009
domingo, 27 de septiembre de 2009
sábado, 26 de septiembre de 2009
(Buda)
Una lección de vida
Luego de sufrir un trágico accidente en parapente que lo dejó al borde de la muerte, Papá Jaime habla de su experiencia y en su propia voz, nos invita a evaluar el sentido de nuestra vida.
Desde pequeño he sentido fascinación por los deportes acuáticos y aéreos, por lo que cada vez que tengo la oportunidad de hacerlos en mis viajes, me tomo un tiempo para disfrutar de esa pasión. Sin embargo, nunca imaginé que un día mágico del pasado junio, en San Juan de Puerto Rico, el gusto por volar me diera una gran lección de vida.
"Aún recuerdo esos momentos de plenitud cuando volaba en parapente, libre como el viento, apreciando la belleza de los azules del mar contra los verdes de la montaña, y disfrutaba de una paz indescriptible, esa que sólo se siente cuando estás en comunión total con la naturaleza. En un momento perfecto como ese, en el que estás en armonía en cuerpo, mente y espíritu, y cuando te sientes más vivo que nunca, lo que uno menos se imagina es que todo se pueda derrumbar, colapsar, y en un instante estar frente a frente con la muerte.
"Cuando iba en medio de mi placentero vuelo en parapente, apareció repentinamente ante mis ojos una cuerda eléctrica de alta tensión. Al intentar esquivarla perdí el control del parapente, un viento de cola me levantó de forma intempestiva y me estrellé contra un árbol; mi cabeza quedó incrustada en la Y que formaban las ramas del árbol. La velocidad y la inercia del impacto me lanzaron hacia atrás, haciendo una voltereta, y quedé ahorcado y suspendido en el árbol por más de cinco minutos, mientras que dos compañeros que volaban conmigo llegaron a ayudarme".
Y empieza la lucha...
"Después de mucho esfuerzo, mis compañeros lograron bajarme con vida del árbol y me llevaron al hospital más cercano. Allí me hicieron una revisión general y, aparentemente, no vieron nada raro y me dieron de alta. Sin embargo, después del golpe, comenzaron a sucederme una serie de episodios que empeoraron mi situación. Dos días después perdí el habla y la visión, llegando a presentar una afasia cerebral.
Lo que nadie sabía en ese momento era que en el interior de mi cabeza se estaban formando un hematoma, un aneurisma y un derrame epidural, que me enviaron de urgencias al hospital para intervenirme quirúrgicamente varias veces.
"Todo se orquesta dentro de un plan divino y pienso que dentro del plan que Dios me tiene asignado, mi misión aún no ha llegado a su fin; razón por la cual en aquel momento, donde la muerte me coqueteaba y me estrechaba entre sus brazos, pude soltarme y regresar a la vida. Creo que esto que me sucedió es una señal más, de todas las que he tenido durante mis 54 años de vida, que me inspirará a cumplir la nueva misión que Dios tiene trazada para mí.
"Después de salir de cuidados intensivos, exilio en el que estaba reducido a una existencia limitante, y creer que estaba cerca de la anhelada recuperación, de repente comencé a experimentar melancólicamente cómo un cúmulo continuo de pequeñas catástrofes inesperadas comenzaba a moldear mi ego. Vi cómo, una a una, mis facultades mentales, motrices y sensoriales se iban mermando y deteriorando.
Totalmente desconcertado, sin poder hacer nada, fui perdiendo la memoria reciente, el olfato, el gusto, el tacto, la visión se tornó totalmente difusa (llena de rayos que se refractan en un espectro multicolor), y el dolor desgarrador en mi cuello se hacía más intenso.
"En este proceso, el amor que he recibido de todos mis seres queridos y de cada persona que de alguna manera ha entrado en contacto conmigo, las oraciones y plegarias que con tanto fervor han hecho por mí, la meditación y la visualización creativa que me han acompañado en cada instante, se convirtieron en mi bálsamo sanador y han transformado mi dolor en esperanza, alegría y paz interior".
"Dispuesto a recuperarme" ."Siempre he creído firmemente que todos tenemos dos opciones, y que tenemos el libre albedrío para elegir conscientemente con cuál nos quedamos: por un lado, podemos tercamente no aceptar lo que pasó y ver lo que está sucediendo como un castigo divino, llenarnos de miedo, angustia, culpa y desesperación, concentrando toda nuestra energía en lo que estamos sufriendo, en la enfermedad o la pérdida, y como consecuencia atraer eso a nuestras vidas y hacer que las cosas sean más difíciles.
O, por otro lado, podemos elegir conscientemente, aceptar y comprender que eso que nos sucedió, más que un obstáculo, es un peldaño en nuestro camino para ascender y crecer.
"Por eso es tan importante concentrar toda nuestra energía en el entrecejo, para visualizarnos sanos, dejando el papel de víctimas, agradeciendo y apreciando todas las cosas buenas que tenemos, canalizando nuestra fe, pasión y amor, para que podamos encontrar la luz que hay al final del túnel y así, en medio de la incertidumbre, conservar la calma. Tal como lo hace la flor de loto, que permanece imperturbable en medio del agua bulliciosa que pasa a su alrededor y solo coge de ella lo que necesita para nutrirse y jamás hundirse.
"No te preguntes por qué sucedieron las cosas, sino para qué. ¿Qué es lo que tienes que aprender? Recuerda que la semilla de la sabiduría es la ignorancia. ¿Por qué tenemos que esperar la proximidad de la muerte para tomar conciencia y empezar a vivir? Hoy es tu gran día, abre las alas a la imaginación y a la creatividad, y sin importar el estado emocional o de salud en que te encuentres, déjate llevar sin oponer resistencia".
Por: Jaime Jaramillo
viernes, 25 de septiembre de 2009
jueves, 24 de septiembre de 2009
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Cosas simples
tras las apariencias de realidad y dictadura;
cosas simples..., pero hondas y verdaderas,
cosas que valen la pena.
Parecen invisibles, inexistentes,
pero son el fondo de la existencia,
su base, su única entidad.
Ahí cesan todas las palabras,
porque ya no son necesarias;
ahí se está bien, apaciblemente cómodo,
como un rey, como un bendito rey.
La vida es una gran paradoja,
un juego, una fábula,
un camino para ser recorrido por niños a través del bosque.
Con el corazón prieto y la mirada clara lo recorren."
(Braddha Bala)
Extraño
Decían de mí que era un chico extraño. ¡Extraño! Como si ellos fuesen capaces siquiera de intuir una milésima parte de lo que pasaba por mi cabeza. Así me llamaban, el chico extraño. Solían pasar bajo mi balcón, que oteaba desde lo alto la plaza del pueblo, con su fuente de piedra de la que manaba, fuese invierno o verano, el agua más fresca y cristalina que jamás boca humana ha probado. Allí, en mi balcón, pasaba las mañanas y las tardes, observando el horizonte o leyendo un libro o escribiendo en una cuartilla. Ellos pasaban bajo mi balcón y me miraban, atónitos. Y también murmuraban, yo los oía, aunque ellos no lo supiesen. ¡Extraño! Yo era extraño porque me deleitaba soñando con los mundos más allá de las montañas, imaginando las aventuras de los libros o dando rienda suelta a mis pensamientos, no siempre inteligibles, en una hoja en blanco. Pasaban y alzaban la mirada. Yo los veía, aunque ellos no lo supiesen. ¡Extraño! Yo era el chico extraño, porque no me unía a ellos, porque evitaba su presencia, porque me incomodaba el bullicio del pueblo en verano. Pero no penséis que vivía apartado del mundo. No, vivía apartado de su mundo, del mundo vano y superficial que ellos mismos habían formado.
¡Extraño! Decían que era extraño que me pasase horas y horas en un balcón, con la mirada perdida en el cielo, siguiendo los vuelos de las golondrinas, volando con las cigüeñas, flotando en el aire con cada campanada del reloj de la vieja iglesia. Sí, definitivamente era muy extraño, porque devoraba libro tras libro como si me fuese la vida en ello. Era extraño porque escribía cartas sin destino, cartas que en una botella surcaban el río y con un poco de suerte alcanzaban la mar. Algún atrevido iba más lejos. No, ese chico no es extraño, ese chico está loco. Puede ser, puede que estuviera loco, pero vivía en plenitud mi locura. Estaba locamente enamorado, enamorado de la vida que me esperaba en el futuro, lejos de aquellas tierras, lejos de aquellas gentes que se entretenían murmurando a espaldas de los demás, que vivían de falsas apariencias.
El pueblo era mío por las noches, cuando todos se habían retirado a sus casas. Era entonces cuando yo bajaba y respiraba el aire fresco, cuando me tumbaba sobre la plaza de piedra, junto a la fuente, y la escuchaba. ‘No te preocupes, alma en pena, tú no eres extraño, tú no estás solo. Algún día…’ Y yo le contestaba a la fuente, porque ella era mi amiga, mi confidente. Como los árboles, ellos también me hablaban. Me perdía entre ellos, intentaba abrazarlos, les abría mi corazón y ellos me respondían cantando las más bellas melodías del firmamento. Las estrellas también me comprendían y me sonreían desde lo alto. Cuando me sentaba a la orilla del río, la luna llena se reflejaba sobre las aguas. Allí sentado me sentía feliz, rodeado por la noche, hasta que me quedaba dormido sobre el manto verde. Con el rayar del alba, el viento se enredaba entre mis cabellos y me despertaba. Ya es la hora, me decía. Y yo volvía a mi balcón, a ver pasar el tiempo, a soñar con la noche siguiente, a pensar qué misterios me serían revelados.
¡Extraño! Despreciar la superficialidad, huir del ruido sin sentido, bucear en lo más profundo del alma, buscar no sólo respuestas a las preguntas, sino preguntas que responder, hablar con el agua, reír con la luna, bailar con los árboles, escuchar al viento, volar con los pájaros, llorar con el corazón, abrazar la noche, descubrir el alma, volver a ser niño, creer en el hombre, adentrarme en una mirada, sentir que estoy vivo, saber que el amor existe, buscar el sentido de la vida, crecer en silencio… ser libre, sin ataduras, sin prejuicios, sin doble moral, sin miedos. En definitiva, ser extraño entre extraños, libre entre esclavos, dueño de mi alma.
FERTXU
martes, 22 de septiembre de 2009
Del Cosmos
En 1982 resolví dejar todo y recorrer el mundo, hasta encontrar un sentido para mi vida. En estas andanzas, viví una época en Holanda, donde frecuentaba el Kosmos, local donde se reunían las personas con quienes yo tenía afinidad.
Cierta noche, una holandesa me preguntó cómo era Brasil. Yo comencé a hablar de nuestros problemas, de la falta de libertad (vivíamos bajo un régimen militar), de la miseria, de la dificultad de vivir como artista.
- “Pero ustedes viven en el mejor lugar de la tierra”, dije. “¿Cómo es vivir en el paraíso?”
La holandesa se quedó un largo tiempo callada. Entonces respondió:
- “Es la cosa más aburrida del mundo, Aquí (en Holanda) está todo seguro, no hay ningún desafío, ninguna emoción. Ojalá yo tuviese todos tus problemas, entonces me sentiría parte de la humanidad”.
Del libro “Maktub”, de Paulo Coelho
Falta de compromiso con el hombre
Falta de compromiso con el hombre
Nuestra cultura occidental ha dejado marginados los temas humanos. Nos resistimos a perder los logros materiales de nuestra sociedad opulenta, mientras nos hemos acostumbrado a vivir sin saber por qué y para qué vivimos. Las gentes se muestran interesadas por las seguridades materiales y económicas y muy despreocupadas por encontrar la razón última de la humana existencia
Preguntarnos por el hombre lleva consigo muchas implicaciones que merecen ser abordadas con veneración y respeto, incluso también con la esperanza de que siga teniendo vigencia sin término, aquella frase pronunciada ya hace siglos por Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me puede dejar indiferente”.
En nuestro presente cultural, rico en lo técnico y pobre en lo humano es oportuno recordar que cuestiones como ésta debieran de ser tomadas más en serio, hoy como siempre, el hombre es uno de esos temas actuales, porque no tienen fecha de caducidad. La posmodernidad nos ha dejado un poso de recelo e indiferencia que ha acabado afectando a aspectos esenciales de nuestra existencia. Una vez perdidas y olvidadas las referencias fundamentales lo que nos ha quedado ha sido un estado de de humana indigencia que es donde ahora mismo nos encontramos.
El hombre contemporáneo al perder todas sus seguridades y ver cómo todo se derrumbaba a su alrededor tuvo que agarrarse a algo y lo que hizo fue engancharse a un plan de vida, que responde a un esquema muy simple, pero muy práctico, cuyas bases son la economía, la ciencia y la tecnología y así vamos tirando, como podemos.
La razón técnico-científica ha sido la alternativa que nos ha llevado a una situación de desarrollo envidiable en la que ahora nos encontramos. El progreso ha alcanzado tasas de producción y de consumo hasta ahora desconocidas.
Se ha elevado el nivel de vida y con él ha llegado un estado de bienestar, que ha hecho que nos olvidemos de todo lo demás. Nuestra única preocupación ha quedado reducida a vivir la vida a tope, gozar y disfrutar lo más posible del momento presente. Es lo que se ha dado en llamar la cultura del Carpe diem.
Nada de cuestiones trascendentes en torno al sentido de la vida, nada de preguntas enojosas sobre nuestra existencia, nada de responsabilidades y humanas exigencias, que para lo único que pueden servir es para aguarnos la fiesta.
Venimos asistiendo sin inmutarnos a un proceso generalizado de crisis, crisis cultural, educativa, moral, religiosa, familiar, crisis de humanismo, crisis de pensamiento y nada nos ha inquietado. No nos ha importado lo más mínimo quedarnos vacíos por dentro, siempre y cuando las neveras estuvieran repletas. Nuestros compromisos no están del lado de las cuestiones profundas y fundamentales de la humana existencia, nuestras aspiraciones van más a ras de tierra, enmarcadas en un hedonismo materialista.
Si hemos de ser sinceros, habremos de reconocer que en nuestra sociedad los valores humanos cuentan menos que los económicos y lo que la gente cree es que “Entre la honestidad y el dinero lo segundo es lo primero”. Puede que suene un poco fuerte, pero es bastante cierto, que nuestro sueldo representa lo que en realidad valemos.
“La sociedad tecnológica, dice Gabriel Marcel, dispensa al individuo un tratamiento similar al de una máquina. La vida se desprende así de su misma significación, de toda su profundidad.”
En esta sociedad de la sobreabundancia en que nos encontramos el hombre contemporáneo ha sabido estar a la altura de las circunstancias, convirtiéndose en consumidor ejemplar, que devora todo lo que pilla a su paso. Al hombre contemporáneo Eric Fromm le dedica estas ambles palabras. “Es el consumidor eterno; se traga bebidas, alimentos, cigarrillos… Consume todo, engulle todo. El mundo no es más que un enorme objeto para su apetito, una gran mamadera, una gran manzana, un pecho opulento”.
Este consumista compulsivo ha elevado el bienestar a la categoría de ideología y ha hecho del disfrute de la vida su particular religión, nuestro mundo se ha puesto de lado de la razón técnica-científica, olvidándose de la razón filosófica de la que pasa olímpicamente, como si se tratara de algo para extraterrestre. Triste es reconocerlo para quienes amamos a la filosofía; pero es así.
Lo que nuestro mundo piensa es que tenemos que dejarnos de filosofías e ir al grano que no es otra cosa que tratar de hacer realidad el sueño americano. Sucede no obstante que los problemas han comenzado a amontonarse sobre la mesa, ahora que la razón técnico- científica en la que el hombre depositó su confianza, comienza a dar muestras de agotamiento.
La compleja problemática humana está poniendo cada vez más al descubierto los contrastes y las limitaciones del cienticismo salvaje. Por debajo de la aparente bonanza van apareciendo los síntomas angustiosos de quien no sabe para que vive. No sin razón se dice que las depresiones, bastante generalizadas por cierto, las obsesiones y miedos neuróticos, son las enfermedades propias de las sociedades opulentas. Tenemos miedo a quedarnos a solas y en silencio, tenemos miedo a enfrentarnos con nosotros mismos, por eso buscamos desesperadamente perdernos entre el ruido, el bullicio y las preocupaciones.
El desarrollo técnico-científico, no puede responder a todas las exigencias humanas. Por debajo de su rostro más amable afloran ya una serie de contradicciones. Desde hace tiempo se viene detectando que la excesiva tecnificación ha derivado en deshumanización. Los avances técnico-científicos han sido fuente de vida y de bienestar; pero también lo están siendo de destrucción y muerte.
(…)
El contraste Norte-Sur vergonzante y escandaloso es un fenómeno típico de la era post-industrial. La palabra paz está en nuestros labios; pero vivimos en guerras y violencias de todo tipo. Aquí habría que decir con Salustio: “poco vale aquella ciencia que no sabe hacer virtuoso al que la profesa”.Hablamos de reconstruir el mundo pero en realidad nos lo estamos cargando
Parece cada vez más evidente que nuestra actual cultura necesita ser fecundada con otro tipo de saberes, como puede ser el saber filosófico y teológico.
Ha llegado ya el momento de ser fieles a nuestra condición humana recuperando nobles aspiraciones, que nunca debimos perder, hay que volver a dar un sentido profundo a nuestra existencia humana, hay que ir pensando en el alumbramiento de un nuevo hombre menos egoísta y más solidario.
Entre todos tenemos que hacer posible que llegue ese día en el que el sueño americano sea sustituido por el sueño de un nuevo humanismo forjado en la justicia y el amor universales.
(…)
Está claro pues, que el cientificismo por si sólo no nos va a salvar, porque es incapaz de dar respuesta a nuestros problemas humanos; pero no desesperemos, pues como bien decía Hegel, en clara alusión a la filosofía “La lechuza de minerva sólo emprende su vuelo al anochecer.”
Autor:
Ángel Gutiérrez Sanz
Fuente:
lunes, 21 de septiembre de 2009
sábado, 19 de septiembre de 2009
viernes, 18 de septiembre de 2009
miércoles, 16 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
lunes, 14 de septiembre de 2009
domingo, 13 de septiembre de 2009
sábado, 12 de septiembre de 2009
¿Dónde estás?
No eres de este mundo. No estás en este mundo. Pero se te siente dentro, profundamente.
Sin ti, la vida, en sí misma, carece de valor, pasa de largo.
Sin ti, los hechos se suceden sin más, vacíos de contenido.
¿Dónde estás? ¿Dónde encontrarte?
Las miserias humanas rodean y el mundo cerca como un coso taurino.
¿Dónde estás?
Sin ti, el vacío invade la vida y las sonrisas y las risas son de cartón piedra.
Sin ti, la vida se escapa como agua entre las manos.
Eres el valor y eres el contenido y eres la razón del cosmos.
Encontrarte. Vivirte. Ese es el Paraíso, el retorno al Hogar."
(Braddha Bala)
viernes, 11 de septiembre de 2009
jueves, 10 de septiembre de 2009
miércoles, 9 de septiembre de 2009
(Sri Shankara)
martes, 8 de septiembre de 2009
sábado, 5 de septiembre de 2009
(Osho)
viernes, 4 de septiembre de 2009
jueves, 3 de septiembre de 2009
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Guerrero de la Luz
Desde tiempo inmemorial ha habido Guerreros de la Luz. Son casi invisibles a los ojos del mundo y son seres humanos como los demás. Seres humanos. Humanos.
Qué bellos son los pies del que sobre los montes observa el mundo desde la ingenuidad y la sabiduría.
Qué bellos son los pies de estos seres humanos a los que se puede llamar Guerreros de la Luz. Son seres necesarios. Quizá no se les perciba o no abunden en ellos los oropeles, las riquezas.
'Cuida' de que no pasen de largo si en alguna ocasión 'te' los encuentras.
En Oriente se les llama Tathagatas.
Sí, que bello es caminar a su lado, vivir su presencia, compartir su ambrosía.
'Respira' hondo, 'vive' dentro, y los 'encontrarás' en 'tu' camino."
(Braddha Bala)