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martes, 29 de septiembre de 2009

Lo bueno

¿TÚ TAMBIÉN?

Lo bueno

Álvaro Abellán.- Una de las ventajas (o desventajas) de herramientas sociales como Facebook es que nos permiten compartir un estado de ánimo con nuestros conocidos. A veces, no pasa de un mensaje sin respuesta lanzado a un puñado de posibles lectores. Otras supone el comienzo de algo más serio. Tal vez un encuentro real para charlar, una complicidad en la respuesta, una oración por la persona afectada o incluso una reflexión. Así ocurrió cuando una antigua alumna mía lanzó esta pregunta a la red: “¿Por qué nos acostumbramos tan rápido a lo bueno?”. Seguramente no era más que un pensamiento al aire después de una gran experiencia que, según termina, ya echamos de menos. El caso es que ante esa confesión inocente en forma de pregunta se encendieron todos mis instintos de profesor avezado y me salió una respuesta, desde los más hondo del corazón, dirigida expresamente a ella: “Porque estamos hechos para ello”.

En pocos segundo me di cuenta de que, como ocurre casi siempre, cuando una respuesta personal va al corazón de las cosas no es sólo personal, sino universal. Ese es seguramente el secreto de la gran literatura, un clásico lo es no sólo porque responde a las preguntas más importantes que golpean a un autor o una época, sino al hombre de todo tiempo y circunstancia. La pregunta de aquella alumna nos la hacemos todos. La respuesta, la necesitamos todos. Yo se la dirigí a ella, pero, pronto supe que yo también la necesitaba. En el fondo, el título de esta columna, ¿Tú también? hace referencia justo a eso: al maravilloso descubrir que otro amigo, u otro ser humano cualquiera, vibra con lo mismo que tú, se pregunta por lo mismo que tú y sólo descansa con el mismo tipo de respuestas.

“¿Por qué nos acostumbramos tan rápido a lo bueno?”, nos preguntamos todos. “Porque estamos hechos para ello” es la única respuesta consoladora. Cualquier otra respuesta es trágica, terrible, inadmisible, absurda. Por eso decía Camus que la única cuestión filosófica verdaderamente importante es la del suicidio: si la vida merece o no la pena ser vivida. Si creemos que no estamos hechos para lo bueno, a pesar de acostumbrarnos rápidamente a ello, la vida es una burla del destino. Si renunciamos a la pregunta, ya nos hemos suicidado, pues lo que nos hace hombres es, precisamente, la capacidad de preguntarnos por el sentido de las cosas, especialmente, por el sentido de nuestra vida.

Si nos acostumbramos rápido a lo bueno, lo razonable es que estamos hechos para lo bueno. Que lo bueno perseguimos, que en lo bueno descansamos. Que al final de la vida seremos juzgados por lo bueno que alcanzamos y seremos consolados en lo bueno a lo que estamos llamados. Si estamos hechos para lo bueno, hay esperanza para el hombre. Sólo tenemos que trabajar por lo bueno, siempre, respondiendo así al anhelo que llevamos dentro. Cuando los hombres entregan su vida para alcanzar su bien y el de sus semejantes edifican ese lugar donde la vida se ensancha.