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domingo, 27 de septiembre de 2015

Al otro lado de la mente





Hay una mente ordinaria; hay una mente extraordinaria. Hay una mente semiconsciente y agitada; hay una mente consciente y serena. Hay una mente que se rige por el pensamiento, lo conceptual y lineal; hay una mente que se rige por la instantaneidad, la intuición, la quietud, la paradoja y el revelador silencio.

Una es la mente común, que los yoguis denominan mani o manas; la otra es la mente quieta, que los yoguis denominan unmani o no-mente. Como la perla se esconde en la ostra o la nata en la leche, la mente quieta se oculta tras la mente común. Una se inspira en el pensamiento (la mayoría de la veces descontrolado y automático); otra se inspira en la atención pura y la percepción desnuda.

Ambas son necesarias, pero el problema es que vivimos de espaldas a la mente quieta y raramente sentimos su renovador poder. La mente ordinaria es conceptual, pero la no-mente es supraconceptual. La mente ordinaria es tiempo y espacio, pero la no-mente surge y se desvanece a cada momento, vive la inmediatez, conecta con lo que es. En la mente ordinaria hay apego y aversión, pero en lo no-mente hay beatitud, bienaventuranza, paz.

No podemos prescindir de la mente ordinaria, o sea, de las funciones del pensamiento. Pero hay que aprender a encauzar este tipo de mente, utilizando el discernimiento, el razonamiento correcto y la reflexión consciente y voluntaria que dilucida.

Si el pensamiento no se controla o se estabiliza, es un fiasco, un falsario que no merece ninguna fiabilidad y además se vuelve una fábrica de sufrimiento. Pero aún el pensamiento bien dirigido y saneado, puesto al servicio de lo positivo, es insuficiente en cuanto a avanzar espiritualmente y resolver grandes interrogantes existenciales. Es útil para lo que es, pero su alcance no es transformativo. Por eso es necesario trabajar en la mente, para estabilizarla y armonizarla, y tratar de conectar con la no-mente para obtener de ella todos sus frutos espirituales y su visión penetrativa y transformadora.

La meditación es un viaje a la no-mente. Nos permite conectar con la mente quieta y profunda. Nos enseña a pensar y dejar de pensar. Hay momentos para la mente y momentos para la no-mente. Cuando haya que pensar, piensa; cuando haya que vivir, vive. Se nos ha dicho en nuestra cultura: "Pienso, luego existo"; pero no se nos ha informado de que cuando no pienso, existo más. La no-mente es la mente sagrada, el templo interior, la Mansión del Vacío (como resalto en mi obra El Faquir), donde encontramos paz, consuelo y amor.

Las técnicas del genuino yoga son herramientas para abrir un pasadizo a la no-mente, para mostrarnos un ojo de buey hacia el Infinito. El pensamiento es muy hábil, pero puede ponerse al servicio de lo más perverso. Está tintado por la ofuscación, la codicia y el odio. Hay que darle la vuelta y tornarlo lúcido, compasivo y generoso. Cuando entramos en la Mansión del Silencio, en nuestro templo interior, nos damos un baño de nuestro ser. Hay paz, hay sublimidad, hay un confortador sentimiento de unidad.



(Ramiro Calle, Centro de Yoga Shadak, ramirocalle.com)
(Fuente: espaciohumano.com)