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viernes, 31 de mayo de 2013

En recuerdo de un gran karma-yogui: Vicente Ferrer - Ramiro Calle

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Vicente Ferrer y Ramiro Calle



Siempre 'tengo' sentidos y cariñosos pensamientos hacia Vicente Ferrer. En esta época de insensibilidades y codicia desmesurada, siempre 'recuerdo' esas palabras en las que 'me' confesaba: "Lo único que le pido a 'Dios' es una corazón de carne y sangre". Como 'diría' Buda, un corazón tierno y una mente clara, que es lo mejor a lo que 'puede' aspirar un ser humano. Sobradamente 'evidenció' a todas luces  este hombre singular, este extraordinario trabajador social (él 'me' 'dijo' que le gustaba 'tenerse' por tal) que 'tenía' un gran corazón de sangre y carne, y no de acero como hay tantos otros.

Pero además de un trabajador social 'era' un yogui. Un yogui no solo porque 'practicase' yoga, que lo 'practicaba', sino por 'su' actitud. Un karma-yoqui que 'llevaba' a cabo la acción consciente y altruista, y que 'trataba' en todo momento de mantener la ecuanimidad. Una de las veces que 'me' 'visitó' en 'mi' casa, en la calle Goya, 'me' acuerdo que 'estaba', 'me' 'confidenció', muy preocupado dudando si 'le' 'renovarían' el visado para permanecer en la India y 'me' dijo que 'estaba' atravesando un momento muy delicado, pero en ningún instante 'perdió' la media sonrisa del yogui ni la calma que se reflejaba en 'sus' ascéticos movimientos y en 'su' clara mirada.Después 'le' 'hice' una entrevista para la tertulia humanista que año tras año 'llevábamos' a cabo en la radio 'mi' hermano Miguel Ángel y 'yo'. 'Era' siempre mesurado, admirablemente ecuánime y a veces 'me' parecía ver en él a un ascético monje cingalés o birmano.

'Yo' había oído hablar muchas veces de Vicente Ferrer por 'nuestro' común amigo Alberto Oliveras. Y he aquí que un día 'estoy' impartiendo la clase de hatha-yoga en Shadak, el centro de yoga que 'dirijo' hace cuarenta y cinco años, y la secretaria 'me' avisa que 'me' 'están' esperando fuera. 'Salgo' un momento y allí, con 'su' habitual humildad al vestir y 'su' sonrisa afectuosa, 'está' Vicente Ferrer. 'Nos' abrazamos. 'Me' dice que 'siga' dando la clase de yoga, que eso es lo importante, y que ya 'nos' veremos con más tiempo. 'Me' avanza que 'le' 'gustan' especialmente las posturas de inversión, como la vela y la de sobre la cabeza, que 'le' 'ayudan' a refrescar la mente y descansar. 'Tiene' el enjuto cuerpo de un yogui de la India. 'Le' 'prometo' ir a 'visitarle' a 'su' colonia en Anantapur, India.

'Nos' carteamos. 'Le' 'pongo' al corriente de 'mis' actividades, que ya en parte 'conoce' bien. 'Busco' la manera de poder dejar Madrid unas semanas y viajar a la India. 'Quiero' volver a estrechar entre 'mis' brazos a este gran karma-yogui del siglo XX y 'hacerle' muchas preguntas, cuyas respuestas, parte de ellas, aparecen en 'mi' obra "Conversaciones con Yoguis". Por fin 'encuentro' tiempo para poder ir a 'visitarle', como 'le' 'había' prometido. Paso tres días en 'su' colonia y todos los días 'le' 'entrevisto'. 'Vuelve' a 'insistirme' en lo mucho que 'le' ayudan para la concentración y a ganar en vitalidad las posturas de inversión, llevando sangre a la cabeza. 'Tiene' una gran destreza para hacer algunas de ellas. Cenamos y charlamos, mientras deleito la exquisita comida que 'prepara' Ana, 'su' esposa. Cuando 'le' 'pregunto' cómo 'se' definiría a 'sí mismo', 'dice':

- ¡Caramba!. Eso es dificil. Por 'mi' profesión 'soy' un trabajador social. Por añadidura, no 'digo' que 'sea' filósofo, pero sí un hombre interesado por la dimensión filosófica, religiosa, teológica de la vida. Y, sobre todo, 'me' siento alguien inclinado a hacer el bien.

'Se' lamenta de que la mente humana no 'haya' tenido la sabiduría para eliminar la pobreza en este afligido planeta. 'Declara':

- 'Me' cuesta poner 'mi' fe en la sociedad. 'Creo' en las personas, pero 'éstas' 'se' hallan en una sociedad con unos sistemas que impiden ser buenos.  Los sistemas sociales influyen muchísimo en desarmonizar al ser humano, porque la sociedad es más inarmónica que el hombre.

Como un verdadero karma-yogui que 'es', 'asevera':

- No esperar recompensa 'nos' hace libres. La acción bondadosa es superior a todo. De nubes para abajo es de lo único que no 'podemos' dudar, porque incluso los malvados 'tienen' momentos de bondad. Después de haber leído tanto, la acción bondadosa es, para 'mí', lo único esencial. Pero no es la acción sin cabeza. Es la acción lúcida. No esperar recompensa, sí, 'nos' hace muy libres.

'Hago' referencia a esa "religiosidad cósmica" que 'descubrió' Mircea Eliade en la India, y 'me' dice:

- En la India 'he' descubierto tantas cosas de su filosofía, de su religión, de la simplicidad de las personas, de la suma pobreza acompañada también del tomarse las cosas como un tranquilo "ya 'veremos' qué ocurre, pero 'vamos' adelante..."

'Hablamos' durante horas. 'Dice' algo que también impregna la esencia del yoga:

- 'Yo' creo que la mejor terapia consiste en fijarse en lo mejor, en poner el acento en las cosas buenas. Por ejemplo, disfrutar de cada amanecer, paladear el 'sentirse' contento, disfrutar de la buena salud, 'deleitarse' con la música, sentir la emoción de la belleza que se desprende de la ecuación de Einstein, pensar en el amor de la madre, en lo que 'te' divertías jugando al fútbol, bailando, comiendo...

Y tras una pausa 'insiste':

- Hay que llevar a cabo la acción buena y diestra.

Tomando 'mi' mano cariñosamente entre las 'suyas', 'enfatiza':

- 'Yo' creo que la bondad es el motor de la vida.

'Practica' yoga desde hace muchos años. 'Cambiamos' impresiones sobre las excelencias de este método milenario, originario de la India, el país que 'él' tanto 'ama'. 'Me' 'dice':

- Yoga y meditación son sistemas terapéuticos. Es real el viejo aforismo: "mente sana en cuerpo sano". El ser humano 'es' una unidad y el cuerpo es importantísimo para esta vida. Por eso debe ser ligero, dúctil. 'Yo' creo mucho en el karma-yoga o yoga de la acción desinteresada. Las psicologías orientales tienen métodos para meditar que son muy necesarios y a los que habría que acostumbrarse en Occidente.

De repente 'me' 'dice':

- No 'te' 'puedes' ir de aquí sin dar alguna clase de yoga a los que aquí 'se' 'alojan', ¿de acuerdo?

- Eso está hecho -'digo' complacido-. 'Daremos' una buena clase.

- Cerca de aquí está la sede de Sai Baba. ¿'Irás' a 'verle'?

- En absoluto -'replico'-. Ya 'le' 'ví' en Bombay y ya 'querría' 'él' tener 'tu' energía.

'Sonríe' con humildad.

- No 'dejes' de seguir con la práctica de los asanas -'le' 'digo'.

- Claro que no. Pero no 'te' vayas sin dar una clase.

- Prometido.

Al atardecer del día siguiente, buen número de occidentales y de indios 'nos' reunimos en una de las salas y a lo largo de casi dos horas 'les' 'imparto' una clase de hatha-yoga clásico. Después, ya de noche, en ese silencio conmovedor, de nuevo 'puedo' deleitar los exquisitos platos que Ana 'prepara' para la cena. Mientras tanto 'volvemos' a hablar de la acción compasiva. Uno de los principios básicos del karma-yoga es "haz lo mejor que 'puedas' en cualquier momento y circunstancia". Así 'procede' Vicente desde hace años. Tres días después de 'mi' llegada 'nos' 'despedimos', aunque 'volveremos' a 'vernos' varias veces más en Madrid y poder así juntos bromear con aquello de que cuando 'estamos' boca abajo, en una postura de yoga, es solo cuando 'vemos' el mundo al derecho, porque la verdad es que está al revés. 'Necesitamos' karma-yoguis en una sociedad oscurecida por la corrupción y la desorbitada codicia. Necesitamos, como 'diría' Vivekananda, "trabajar por el amor al trabajo. 'Hay' en cada país unos pocos seres humanos que 'son' realmente la sal de la tierra. 'Trabajan' simplemente porque de ello resulta el bien".


(Fuente: Ramiro A. Calle FB)