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"Lo tengo clarísimo. Estoy en un salón grande pintado de amarillo  gastado, medio lleno de solitarios que se sienten de vuelta de todo y  parejas sentadas en sillas plegables. Me pongo en pie y camino despacio  hacia el frente, donde me espera un micrófono. Comienzo a hablar.
- Hola, soy Pablo, y tengo un problema.
- Hola Pablo -responden a coro los asistentes al programa de rehabilitación de adictos a la droga más dura de todas las que te puedas imaginar.
La libertad."
 

 
 
