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domingo, 3 de junio de 2018

Lo sé, no era la alegría de la huerta





No, no lo era, bastaba con mirarme para saber que era una pieza que no encajaba, ni en mi vestido ni en mi cuerpo, ni en nada realmente.

Pasé mi infancia siendo una observadora. Todo era para mí una butaca en platea de cine o teatro y mis ojos, despiertos, todo lo examinaban. Veía a los otros jugar; los veía ávidos de juegos. Veía a mi madre preocupada por sus asuntos y quehaceres y a mi padre disperso, siempre disperso.
No me sentí unida a mis hermanos, ni a mis primos, ni a mi abuela... No.
Creo que fui un huevo que un ave dejó en un nido extraño, para que ahí me criasen.

Lo sé, lo sé, no era la alegría de la huerta precisamente. Era más bien la niña de los rincones. En cuanto encontraba uno bueno para allá que me iba, para mirar, para ver, para discernir en toda aquella barahúnda en la que me hallaba.
Allí me sentía bien, en los rincones, y también en la soledad. Allí encontraba respuestas a mi misma y al mundo que me rodeaba. Allí, en la soledad, allí, en los rincones.



(Braddha Bala)
(Fuente imagen: Barbara Kroll FB)