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lunes, 1 de diciembre de 2014

Todo viene y parte, nada se queda - Ramiro Calle

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Casi todos los días me escribe mi buen amigo y yogui Antonio García Mártinez. ¡Afortunado soy! Hoy me ha escrito para decirme que ha leído tres veces seguidas el epílogo de mi obra EL CAMINO DE LA HORMIGA (libro escrito con  el profesor de yoga y escritor Víctor Mártinez Flóres)  y que le inspira tanto que debo compartirlo en el facebook. Así lo hago y espero los comentarios de los los buenos amigos de este facebook, fenomenalmente coordinado por Liliana Riesco. Como dijo el poeta Tennyson, "la única seguridad yace en la inseguridad". Nuestro ego se aferra, quiere retener, no sabe soltar, sin percatarse de que al ser todo inestable, no hay una real seguridad. A continuación, como solicita Antonio, el epílogo que escribí para cerrar la obra mencionada:

Todo fluye, nada permanece. Todo transita, nasa se detiene. Todo viene y parte, nada se queda. Y, sin embargo, no sabemos ser fieles a la naturaleza del momento, fluir con el curso de los acontecimientos desde la consciencia y la ecuanimidad, saber tomar y saber soltar, dejarnos inspirar por el abierto y apacible espíritu del valle. 

La vida no es una fotografía fija. No es una diapositiva inmóvil. No es una escena que se detiene. La vida sigue su curso, es impredecible e imprevisible, como el mercurio que no puedes coger con los dedos, como el torrente de agua que encuentra la manera de seguir su curso,  Nada deja de estar sometido a la transitoriedad, pero cuando algo dura más nos engaña, como si fuera el más hábil prestidigitador, y creemos que es fijo, que dura siempre. 

Lo fijo se endurece. La flexibilidad es vida, pero la rigidez es muerte. Lo fijo está en la mente, pero no en la vida. La mente acumula, endurece, se adhiere a viejos modelos y patrones, imita, no se renueva, carga con su fardo de traumas, complejos, frustraciones y heridas psicológicas. La vida cambia, pero la mente se agarra con desesperación a su jaula de ignorancia, avaricia y odio. La mente quiere detenerse en sus esquemas, en sus ciegos y mecánicos modelos de pensamiento, en su culpabilidad, su desdicha, su rencor y su necedad, Los años discurren y la mente se niega a cambiar. 

Cuando una habitación no se ventila, su atmósfera se enrarece. Cuando el agua no fluye se vuelve sucia y maloliente. En el trasfondo de la mente hay pus que liberar; en la trastienda de las emociones, hay fango que limpiar. La idea de despertar es una idea, una más. Hay que despertar. No se trata de una idea fija. Nadie despierta con la idea del despertar. Hay que poner todos los medios para irlo consiguiendo. 

Lo fijo se oxida. Lo fluido permanece en su inspiradora frescura. Un amor que se fija no es amor, sino una obsesión. El amor se expande, fluye, se irradia. Nunca se detiene, no tiene límites. 

Porque todo fluye hay tres cosas que nunca pueden recuperarse: la flecha disparada, la palabra dicha y la oportunidad perdida. Porque todo fluye, Buda se encontró con el detractor que el día anterior le había escupido y le sonrió ante su sorpresa, diciéndole: "ni tú eres ya el que  me ofendió ni yo el que recibió la ofensa". Así no hay lugar para el afán de venganza, el rencor, el odio  que se fija en el alma y le impide renovarse.



           


Si todo fluye,todo transita, todo muda, ¿de qué podemos estar seguros? De nada. Tanto más seguros queremos estar, más inseguros estamos. Más nos entregamos a la inseguridad, más seguros nos sentimos. A la sabiduría de la fluidez hay que añadirle la de la inseguridad.Todo es incierto, todo es de algún modo un despropósito, pero se puede vivir con consciencia  y ecuanimidad o ciega y mecánicamente. Como decía Tennyson: "la única seguridad yace en la inseguridad". La inseguridad es segura. La impermanencia es fija.

El conocimiento es fijo: acumulación de datos, información, saber libresco, erudición. A nadie cambia. La Sabiduría es movible y reveladora. Una biblioteca es algo fijo, pero la vida es movimiento. El que se detiene psíquicamente ya está muerto, pero no es la muerte para renacer, como va logrando la práctica de la meditación, sino para morir en vida... ¡ y qué peor muerte puede haber!. Los conceptos nos bloquean; las creencias nos disecan. Nos volvemos torpes y pusilánimes, y entonces comenzamos a utilizar amortiguadores psíquicos, autoengaños, todo aquello que aún nos fija más y nos impide ser fluidos, naturales, hermosamente intrépidos. 

En lo fijo hay una aparente seguridad que no es tal. Es una alucinación. Más autodefensas narcisistas, menos defendidos estamos. Si te detienes montando en una bicicleta, te caes. Si el funámbulo se agarra el alambre aterrorizado, no logra cruzarlo. 

Ese es el camino que ha decidido seguir la hormiga: inseguro y a la vez seguro. Seguir, siempre seguir. Trepar, volver a incorporarnos tras la caída, no cejar en el empeño de buscar. Una hormiga no cesa en su lento pero inexorable caminar. 

Si no nos vaciamos interiormente de algo, nada puede entrar. Nos cerramos a la energía sutil. Nos volvemos un disco de vinilo repitiéndose incesantemente, siempre el mismo surco. Nos hacemos toscos, nos embrutecemos, dejamos de sorprendernos con la imprevisibilidad, la impredecibilidad y la inseguridad de la vida.

¿Dónde hallar refugio? No contesto yo, sino él, el Despierto, el Buda:

 DENTRO DE TI MISMO.



(Ramiro Calle)
(Fuente: Ramiro A. Calle FB)