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viernes, 15 de agosto de 2014

En la casa de la nada - Ramiro Calle

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¿Quién no tiene problemas con su mente? Mientras no se deterioran, los órganos, las glándulas, los sistemas del organismo van a  nuestro favor, pero ¿y la mente? Muchas veces se comporta como si fuera nuestro peor enemigo. Por ello y desde muy antaño ha habido personas que han concebido y ensayado métodos para poder estabilizar, reorientar, sosegar y esclarecer la mente.  Mientras no se consigue, la mente no es de fiar, se extravía en sus interpretaciones y suposiciones, es, en palabras del gran místico Kabir, un fraude, una casa con un millón de puertas. A mis alumnos de meditación me gusta recordarles el adagio hindú que reza "El monarca que no controla su mente es un mendigo; el mendigo que controla su mente es un monarca". Y como todo lo experimentamos  y vivimos en el escenario de luces y sombras de la mente, es necesario, incluso urgente, empezar a reeducar la mente y conseguir que nos apoye en nuestra senda de la autorrealización. Una mente sana nos ayudará tanto a nosotros como a los demás. Una mente sana está más libre de ofuscación, avaricia y odio. Una mente sana es la que está liberada de lo que Buda denominaba "oscurecimientos" o velos. Si todo surge de la mente, es la mente la que hay que ordenar, equilibrar y sanear, además de liberarla de todos sus autoengaños y embustes. 

Hay una incomparablemente valiosa herencia en cuanto a instrucciones y métodos para poder desarrollar lo mejor del centro mental y acelerar así nuestro proceso de evolución consciente. Podemos adiestrarnos para poder captar lo que se esconde tras las apariencias. Un tipo diferente y mucho más revelador de percepción se manifiesta cuando la mente logra silenciarse y no somos víctimas de las interferencias de los pensamientos automáticos y que nos robotizan, nos desgastan y neurotizan. "Permanece quieto y sabe que yo soy Dios", dicen los Salmos. "Cuando inhibes los pensamientos, te estableces en tu naturaleza real", señala Patanjali. "Cuando cesan los pensamientos se revela la luz del ser", resaltan los sabios de la India. "Si dejo de ser esto o aquello y soy, la experiencia del ser se expande más allá del ego", enseñan los vedantines. Muchas técnicas del yoga tratan de conducir la mente al estado de silencio profundo, donde uno viaja a la raíz del pensamiento y se asocia con su propia fuente interior. Ese estado especial de mente es denominado unmani o no-mente o también Nirvana-kala o la Mansión del Vacío. Es el vacío de egocentrismo, tendencias perniciosas y subyacentes de la mente, codicia y miedo. Es un estado de no-saber que es el verdadero saber. Pero como el ego trata de afirmarse y es un tirano que no quiere perder su poder, se aferra a las apariencias y se aterra ante la experiencia del vacío. Y el vacío interior, que es plenitud, limpia, esclarece, otorga infinita paz. Es darse un baño del propio ser, en lugar de estar constantemente zarandeados por las olas del ego, el afán de posesividad, la actividad desmedida y la tendencia a externalizarse y el hacer compulsivo. Ese estado de no-pensamiento mecánico o vacío, nos permite experimentar energías muy finas o sutiles, reveladoras, que escapan al estado de mente ordinaria, poseído por las tendencias contrapuestas y los pares de opuestos (amargo-dulce, frío-calor, dentro-fuera, etcétera). En el vacío la mente se unifica y se funde con su fuente. Hay otro tipo de presencia interior. En suma y como apuntara San Juan de la Cruz, el gran experto occidental en las nadas que conducen a lo Absoluto: 

EN LA CASA DE LA NADA

NUNCA EL ALMA ESTA PENADA. 



(Ramiro Calle)
(Fuente: Ramiro A. Calle FB)