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viernes, 22 de noviembre de 2013

Cuando "yo" no 'estoy' se acabó el problema - Ramiro Calle

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El pequeño y esclerótico "yo" interfiere enojosamente a cada momento y nos hace demasiado egocéntricos, personalistas y posesivos. Por estar enamorado de sí mismo Narciso halla la muerte. Por estar fascinados y dominados por ese pequeño "yo" es como si estuviéramos muertos, viviendo en una obsesión por alimentar la autoimagen. Y así de lo que neciamente no nos percatamos es de que la autoimportancia nos debilita, nos hace frágiles e incluso ñoños, nos ofusca y nos crea una disfunción. Ese pequeño "yo" o ego hace el juego a la pequeña mente, a esa mente neurótica y egocéntrica que frustra la manifestación de la mente grande y menos encapsulada en la imagen y las tendencias egoístas.     
El término egocéntrico es muy significativo: centrarse en el ego, o sea en ese gran falsario que tantas dificultades causa. Es la fijación en el narcisismo, que nos impide crecer interiormente, evolucionar conscientemente. Sin embargo, cuando "yo" no estoy, cuando no se presenta ese gran farsante, se acabó el problema, pues ya no hay dardos que puedan dar en una diana interna, como no hay flechas que puedan herir el cielo.     
En mis clases de meditación hago referencia a dos historias muy elocuentes al respecto. Una de ellas:     
Un amigo se encuentra con otro y le pregunta: "¿Qué tal estás?". El amigo responde; "Muy bien, muy bien. Antes tenía un defecto y es que me creía el mejor. Ahora lo he superado y soy perfecto.
La otra: Un escritor se encuentra con un amigo y durante dos horas comienza a hablarle implacablemente de sí mismo. De repente se detiene y dice: "Bueno, amigo mío, ya hemos hablado bastante de . Ahora hablemos de ti. ¿Has leído mi última novela?.     
El pequeño y ladino "yo" que a menudo se impone.  El repertorio de papeles del ego es extraordinario, por lo que tiene de variado pero también de perverso. Hay que explorar su naturaleza y observar sus reacciones. Por cualquier rendija de nuestro comportamiento puede aparecer y siempre que toma las riendas, el problema está presente. Los feos rostros del ego no son pocos: alardear, envanecerse, dominar, competir a toda costa, adornarse con la altivez y la soberbia, manipular y tantos otros.     
El pequeño "yo" es un gran tirano y se requiere un trabajo de gran envergadura para irlo debilitando y expulsando finalmente de su reino. Cuando se va consiguiendo, uno se siente aliviado y es como si uno recuperara después de mucho tiempo su hogar interior. Pero esta sociedad en descomposición se caracteriza por valorar y abonar ese pequeño "yo" que divide y crea constante sufrimiento social. Por eso el trabajo para desenmascarar el ego y desmantelarlo es aún mayor. Hemos construido una estructura falsa que hay que cuestionarse y empezar a desarmar. Es esa muerte iniciática a la que hacen referencia muchos maestros espirituales, para poder abandonar la vieja psicología y que pueda nacer la mente a una dimensión de consciencia  más lúcida y generosa.     
Sirva saber, aliente saber, motive saber que cuando "yo" no estoy se acabó el problema. Entonces, ¿por qué los perpetuamos siendo fuente de desamor, desdicha, conflicto y amargura?



(Fuente: Ramiro A. Calle FB)