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"(Frente a la concepción judeo-cristiana de que la experiencia de la vida en el ser humano es única (una sola) y discurre con una duración determinada de unos setenta u ochenta años) la concepción de Oriente ha sido que la vida no es solo una pequeña porción de setenta años dentro de la cual la juventud solo llega una vez. La idea ha sido que al igual que todo se mueve eternamente en la existencia -llega el verano, llegan las lluvias, llega el invierno y nuevamente llega el verano; todo se mueve en círculos-, así también lo hace la vida. La muerte es el final de un giro de la rueda y el comienzo de otro. Nuevamente 'serás' un niño, y nuevamente 'serás' un joven, y nuevamente 'serás' anciano. Así ha sido desde un principio y así será hasta el final, hasta que 'logres' iluminarte al punto de poder saltar fuera del círculo vicioso para entrar en una ley totalmente diferente. Desde la individualidad se puede saltar a lo universal. Así que no había prisa (en Oriente) ni había aferramiento (en la vida, basándose en este juego divino)."
(Osho. Entre paréntesis: AABB)