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domingo, 23 de enero de 2011

Pasando el arroyo


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“Pasando el arroyo el monje debe saber poner los pies. No, no es tarea fácil; cualquier mínimo resbalón puede llevar el cuerpo del monje al agua, contra las piedras.

No, no es fácil, por eso el monje es cauteloso, como el que mira a un animal salvaje a los ojos. Es cauteloso como el que desconfía del derredor. Es cauteloso como el que está en un país extraño.

El monje ha de cruzar el arroyo, según su miedo, el arroyo, será un hilo de agua en el bosque o una catarata interminable, peligrosa, resbaladiza. El monje sabe: todo es mente; cambia la mente y el mundo cambia; domestica la mente y será mansa como un perro fiel. El monje sabe y por eso atraviesa el arroyo sin pensamientos, sin mente, sabiendo que todo lo positivo está al otro lado, que lo que merece la pena se obtiene cruzando el arroyo.”


Nota: el arroyo es la mente. Cuando se deja a un lado la mente, es cuando en verdad se abren todas las puertas hacia el verdadero conocimiento. Cuando cesan los pensamientos, los remolinos, los ‘yo’, ‘tú, ‘él, ‘nosotros’, ‘vosotros’, ‘ellos’, se abre un marco fantástico en el que el individuo se reencuentra con lo que en verdad es, fuera del sueño en el que vivía y que tenía grandes dosis de sufrimiento (visible o invisible). 

  

(Braddha Bala)