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Será que me estoy haciendo mayor, pero de un tiempo a esta parte consulto mis movimientos bancarios cada vez con más miedo, a ver qué me cobrarán esta vez: Si se habrá equivocado el mismo banco cobrándome una nueva comisión que no le corresponde a mi contrato (ya me ha pasado), o bien la compañía telefónica facturándome servicios que no he solicitado (también me ha pasado), o el embargo de una multa de la que nunca tuve constancia (también), o un recibo duplicado (también), o una cuota más alta que la anterior sin notificación previa.
Siempre acaban siendo “errores”. Siempre a su favor. Curioso dato.
Hace tiempo me desaparecieron 1.500 € de la cuenta. Mi compañía de teléfonos se confundió y en lugar de cobrarme la tarifa plana de internet móvil de 5 gigas que contraté, me cobró por consumo (a 1 € el mega de descarga). Por suerte, aquel mes sólo navegué 1 giga y medio. De haber navegado mis 5 gigas contratadas, me habrían facturado 5.000 €. Por supuesto, les devolví de inmediato el recibo. Ellos contraatacaron cortándome la línea. Cincuenta llamadas telefónicas y otras diez visitas presenciales después, me dieron la razón, pero no la línea. Aun con esas, tres años después, continúo figurando en una de esas listas de morosos que te impiden solicitar préstamos, tarjetas y demás mierdas.
Las compañías sucumben a esas prácticas porque cuentan con total inmunidad. Para eso tienen a ese ”saco de hostias” llamado Servicio de Atención al Cliente. Los mileuristas (si llegan) que atienden tus quejas velan por su mafiosa empresa no por corporativismo, sino para salvar su puesto de trabajo.
Esos mismos mafiosos inmunes se reunieron hace unos días con el Presidente de nuestro Gobierno para sacarnos con su ayuda de esta crisis. Tranquilos, el Partido Popular habría hecho lo mismo (o más).
Se llama capitalismo. Y a la vista queda que no funciona.
(Daniel Díaz, nilibreniocupado)