"Lo juraste, lo juraste... maldijiste contra todo lo habido y por haber. Fuiste franco, por una vez. Fuiste persona por una maldita vez. Tu figura se correspondía con la que refleja el espejo. Fuiste sincero.
Una sonrisa mínima, casi inapreciable.
Lo sabía, sabía que eras como todos; que tras la fachada... la carne humana latía, débil, antojadiza.
Lo sabía... Al final, el instinto se te vuelve muy fino, tanto, que te das de hostias a ti mismo porque no se puede atinar de esta manera, porque hay que ser más comedido.
Lo sabía, lo sabía... No hay nada... Ni madres en la Tierra, ni padres en el Cielo. Todo es mentira.
Más allá, a sólo cinco pasos, el maestro seguía sonriéndose ante las 'gracias' del alumno, y al poco, sí, al poco:
- ¿Y qué más da? -dijo.
El visitante miró a aquel hombre que lo retaba con una pregunta; lo miró con gesto algo bovino.
-¿Que qué más da? -respondió el joven- Es tremendamente importante saber que no hay nada, que todo es un fraude, un maldito fraude, y que los que venden pseudo-cosas son una colla de vividores, unos timadores. Unos más conscientes de ello y otros presa de su propia inconsciencia; pero son la misma cosa a la postre: timadores.
-¿Y qué más da? -volvió a proponer el maestro- ¿Qué más da?... No ves joven que nada de eso importa y que las claves están en otro lugar; no fuera, nunca fuera, nunca pagando un precio. Lo verdadero es gratis, siempre gratis... y es directo, sin representantes. Encuéntralo y dejarás de hacer preguntas."
(Braddha Bala)