"El secreto de la felicidad es no tener miedo.
No hay nada más difícil que detenerte en la cornisa y, luego de recontar tu debe y haber, dar un paso adelante. La conciencia conservadora, tu Saddam Hussein particular, te susurrara ‘si cruzas la línea te las verás conmigo’. Pero da igual, no importa, sabes que éste es el momento de caer. Y caes.
En el vacío pierdes la tierra firme, la seguridad de las pestes cotidianas desaparece y te sumerges en un infierno encantador. Todo es nuevo, inesperado y desconocido. Es mucho y hermoso aunque arda, por momentos sientes la piel transformándose y tienes miedo. Por un momento te traicionas y te conviertes en el tramposo que olvida lo malo y sólo recuerda lo bueno de esa perra o ese perro que te hacía la vida imposible. Entonces pasa un ángel o un cocodrilo y te das cuenta que ya estás bailando, la taquicardia soberbia se eleva sobre las aristas de las piedras envenenadas y te lanzas a los rápidos que se acercan al Titanic. Si aceptas que ya estás hundido, ¿qué más te puede pasar?
El agua transparente, verde pero transparente, revela el fondo a veinte centímetros de la balsa. Piedras de todas las formas se suceden como en una granizada violenta. Cantos rodados del tamaño de cráneos sumergidos rozan la madera liviana, piedra contra corcho, el destino contra los sueños, contra la voluntad, contra la inconsciencia. Quizás…
- ¡Agárrense que nos vamos contra las piedras! –grito.
Mauro se sienta, acomoda la tangana y se agarra al portaequipajes de caña. Esto es la vida, velocidad sobre un suelo inestable, no hay tiempo para tener miedo. Ya no guiamos la balsa, la balsa avanza abandonada a los caprichos del río con nosotros remando, intentando enderezarla, paleando con fuerza y casi con desesperación mientras gira, gira, gira y se ladea y avanza de costado, seis metros de carne y madera tierna ofrecida como sacrificio a un Dios precristiano, al río que enseña los dientes, que abre la boca. Entonces aparece la piedra que apenas sobresale del agua, un cuerno, un colmillo duro que se acerca sin moverse…
- ¡Agárrense!
La balsa se sacude desnuda, dos troncos intentan separarse, el agua rabiosa se repele y estalla. La balsa es un tanque que salta al pisar una mina. Volamos sobre el río rápido y otra piedra, quizás la misma de antes, aparece delante para volver a morder. Los remos se mantienen atados y el cuerpo, acribillado de ronchas, picaduras rojas y pequeños arañazos contra las puntas de las cañas del portaequipajes, resiste emocionado. La aventura sólo es aventura cuando no estás preparado para todo, cuando hay que improvisar y aprender sobre la marcha.
Al inicio del tercer día el nombre de nuestra nave está casi borrado. Titanic se desdibuja, la madera se hunde pero vuelve a flotar, renace anónimo, como si los augurios ahora fueran buenos. El Titanic aguanta a pesar de una rajadura que recorre uno de los troncos a lo largo. Es lo que hay, mierda, es lo que hay."
(viajeros4x4x4.wordpress.com)